
Segundo trimestre
Nuestro segundo trimestre: cuando el cuerpo se acomoda (y el corazón también)
Después de tres meses de cansancio, náuseas y un secreto que no sabíamos muy bien cómo guardar, el segundo trimestre llegó como un pequeño alivio. No fue perfecto, claro, pero sí más llevadero. El cuerpo empezó a acomodarse, las emociones se calmaron un poco, y lo más lindo: la panza empezó a notarse de verdad.
Fue también el momento en que empezamos a caer en la cuenta de que esto estaba pasando de verdad. Que había una vida creciendo adentro. Que éramos papás.
Adiós náuseas (hola hambre constante)
Una de las primeras cosas que noté fue que las náuseas disminuyeron muchísimo. Ya no me mareaba con el olor al pan tostado, ni con el shampoo. Y aunque seguía teniendo días de bajón o cansancio, empecé a sentirme mucho más “yo”.
La contra: me agarró un hambre feroz, especialmente por las noches. Aprendí a tener snacks sanos a mano para no comer cualquier cosa. Frutas, yogures, avena… pero también alguna que otra galletita con dulce. Porque también se trata de disfrutar.
La primera ecografía “larga” y el gran alivio
La ecografía morfológica fue un antes y un después. Ver cómo se movía, cómo tenía manitos, pies, un corazón latiendo fuerte… nos emocionó hasta las lágrimas.
Y además, fue un gran alivio saber que todo estaba bien, que el desarrollo venía como debía.
Algunas parejas deciden conocer el sexo del bebé en esta etapa. Nosotros sí lo hicimos, y aunque sabíamos que lo importante era que esté sano, ponerle un “nombre” al bebé —aunque fuera provisional— nos ayudó a conectarnos aún más.
Cambios en el cuerpo: más panza, menos ropa que me entre
La panza empezó a crecer de a poco, como si de un día para el otro todo se desinflara… pero al revés. Y con eso llegaron también los cambios físicos:
Dolor de espalda, sobre todo al final del día.
Venas más marcadas, piernas un poco hinchadas.
La piel más sensible, en especial en la panza y los pechos.
Más energía, pero también más necesidad de frenar cuando el cuerpo lo pedía.
Acá aprendí a no pelearme con el espejo. A abrazar ese cuerpo distinto que estaba haciendo algo increíble.
Movimiento: ¡empezamos a sentirlo!
Uno de los momentos más emocionantes del segundo trimestre fue la primera vez que sentí al bebé moverse. Al principio fue como una burbujita, una cosquillita extraña. Después, cada vez más claro. Y cuando mi pareja pudo poner la mano en la panza y sentirlo también… bueno, ese fue un momento inolvidable.
Esos movimientos fueron (y siguen siendo) como pequeños mensajes: "Estoy acá. Estoy bien."
Lo que empezamos a hacer en esta etapa:
Preparar el espacio: sin volvernos locos, empezamos a pensar en la habitación, la cuna, lo que íbamos a necesitar.
Ejercicio suave: salidas a caminar, algo de yoga prenatal y estiramientos. El movimiento ayudó mucho con el dolor de espalda.
Cursos y lecturas: empezamos a leer sobre parto, lactancia, postparto… sin obsesionarnos, pero queriendo llegar con más herramientas.
Chequeos médicos regulares: sangre, glucosa, presión, peso, todo forma parte del seguimiento. A veces cansa, pero también da tranquilidad.
Emocionalmente: entre ilusión y ansiedad
Aunque el cuerpo se sentía mejor, la mente seguía con mil preguntas: ¿Vamos a poder con todo? ¿Cómo será el parto? ¿Estamos listos para ser padres?
También aparecieron miedos nuevos, como si ahora que ya se notaba el embarazo, el mundo entero tuviera algo que opinar.
Lo bueno es que empezamos a hablar mucho más de lo que sentíamos. A veces con otras mamás/papás, a veces en pareja, y otras simplemente escribiendo lo que nos pasaba.
Consejitos que nos sirvieron:
Hidratación y cremas para la piel: no evita las estrías al 100%, pero ayuda muchísimo a aliviar la tirantez.
Ropa cómoda: cuando acepté que no era debilidad sino autocuidado, me sentí mejor.
Apoyarnos mutuamente: más que nunca, nos empezamos a sentir “equipo”.
En resumen…
El segundo trimestre fue una etapa de transición hermosa, donde todo empezó a sentirse más real. Nos empezamos a imaginar como padres, a hablarle a la panza, a soñar despiertos.
No todo fue color de rosa, claro. Pero sí fue más liviano. Más conectado. Más esperanzador.
Si estás en este momento del embarazo, disfrutalo a tu manera. Cada historia es única, cada panza también. Escuchate, cuidate, y no tengas miedo de pedir ayuda si lo necesitás.
Y si querés seguir leyendo, en nuestra web compartimos más sobre cómo encaramos el tercer trimestre, el parto y lo que vino después. Todo lo bueno, lo difícil, y lo inesperado que trajo esta aventura de ser familia.